La violencia contra las mujeres adopta formas muy diversas: violencia por la pareja o ex pareja, las violaciones sexuales, la trata de mujeres y niñas, la prostitución forzada, la violencia en situaciones de guerra, la esclavitud sexual, el embarazo forzado, los matrimonios con menores, los asesinatos por razones de honor, la violencia por causa de la dote, el infanticidio femenino y la selección prenatal del feto a favor de bebés varones, la mutilación genital femenina y otras prácticas perjudiciales.
La mutilación genital femenina (MGF), según la Organización Mundial (OMS) de la Salud, “comprende todos los procedimientos que, de forma intencional y por motivos no médicos, alteran o lesionan los órganos genitales femeninos” y “no aporta ningún beneficio a la salud de las mujeres y niñas, sino que las perjudica de forma muy variada” (OMS, nota descriptiva Nº 241, febrero 2010). La MGF es reconocida internacionalmente como una violación de los Derechos Humanos y de los Derechos de la Infancia, puesto que atenta explícitamente contra los derechos de las mujeres y de las niñas, siendo practicada con mayor frecuencia en niñas menores de 18 años y en algún momento entre la lactancia y los 15 años de edad.
Estas prácticas reflejan una desigualdad entre los sexos muy arraigada, y constituyen una forma extrema de discriminación de la mujer. Asimismo, la MGF viola los derechos a la salud, la seguridad y la integridad física, la salud psicológica y el derecho de la persona a no ser sometida a torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes, y el derecho a la vida en los casos en que el procedimiento acaba produciendo la muerte. La MGF se practica aproximadamente en 40 países, siendo África el continente donde más extendida se encuentra (28 países).
También se lleva a cabo en algunas zonas de Oriente Medio (Egipto, Omán, Emiratos Árabes) y en determinadas comunidades de Asia (Sri Lanka, Indonesia, Malasia e India). También se tiene conocimiento de que algunos grupos indígenas de América Latina la practican. La incidencia en nuestro medio no está suficientemente cuantificada y se sospecha un infradiagnóstico. Ello se debe, a que es poco conocida por las y los profesionales sanitarios, no suelen comunicarlo las mujeres que la sufren puesto que la viven como una norma cultural o religiosa y un tema tabú llegando al extremo de negar que han sido mutiladas. Además estas mujeres desconocen la posibilidad de la reconstrucción genital.
Etiología
La etiología de la MGF responde a un conjunto de factores culturales, religiosos, sociales y comunitarios y su práctica tiende a perpetuarse por la presión social y por adaptarse a lo que se ha venido haciendo tradicionalmente, obedeciendo a una cuestión de coherencia de grupo y suponiendo un requisito ineludible para poder casarse, para conseguir una determina posición social o simplemente para ser aceptada en la comunidad.
La vinculación con la tradición depende más de la identidad étnica que del país al cual se pertenece, teniendo por ello justificaciones distintas: costumbre y tradición, control de la sexualidad y fomento de la castidad, funciones reproductoras, higiene, estética o motivos religiosos. Tipología La OMS identifica cuatro tipos de Ablación/Mutilación Genital Femenina en función de la mayor o menor amplitud. Las mutilaciones tipo I y II son las más comunes y suelen constituir entre el 80% y el 85% de los casos. La tipo III constituye entre el 15 y 20% de los casos. La realización de un tipo u otro depende fundamentalmente de la etnia practicante. El tipo, la edad y la manera en que se practica varía dependiendo de diversos factores, entre ellos el grupo étnico al que pertenece la mujer o la niña, el país de origen, el nivel socioeconómico o si procede de una zona rural o urbana.
Consecuencias para la salud
La repercusión de la MGF sobre la salud de las niñas y de las mujeres varía en función del tipo de mutilación y de las condiciones en las que se lleva a cabo. Generalmente se realiza en condiciones precarias y poco saludables, debido a que existen leyes en la mayoría de estos países que prohíben su práctica. Siendo por ello, su realización en el entorno familiar y es llevado a cabo por mujeres ancianas, que además ejercen de comadronas o curanderas y que son muy valoradas y reconocidas.
Efectos a corto plazo
Son derivados del procedimiento de la mutilación. Son efectos inmediatos el dolor, la hemorragia, la conmoción y las infecciones por el uso de instrumentos cauterizados e inadecuadamente esterilizados, como cristales, cuchillos, cuchillas de afeitar, latas etc. Fracturas debidas a resistencia física al procedimiento. No es raro que algunas niñas entren en un estado de pérdida de conocimiento a causa del intenso dolor o por pérdida de sangre, llegando en las ocasiones más graves a provocar la muerte.
Efectos a medio plazo
Pueden producirse anemias severas provocadas por las hemorragias e infecciones unidas, en su caso, a problemas de malnutrición. También pueden aparecer otras complicaciones como la infección pélvica, menstruaciones dolorosas y formación de cicatrices queloides.
Efectos a largo plazo
Se producen disfunciones a distintos niveles, entre las que destacan las siguientes:
-Aparato Nefro-urológico: infecciones, tendencia a la litiasis, obstrucciones del tracto urinario, incontinencia urinaria y fístulas.
-Aparato genital: enfermedad inflamatoria pélvica, infecciones, infertilidad, dolor pélvico crónico, dismenorrea, dispareunia y aumento de vulnerabilidad a infecciones de transmisión sexual (VIH/ITS).
-Problemas obstétricos: partos difíciles, incremento del riesgo de sufrir hemorragias y desgarros extensos perineales que afectan a la uretra y al ano, necesidad de episiotomías en mayor número y más extensas. Aumento de hipoxia fetal con secuelas neurológicas e incluso fallecimientos fetales/maternos intraparto. La tasa de mortalidad materna aumenta, siendo más llamativa en partos sin asistencia sanitaria.
-Impacto sobre la sexualidad: coitos dolorosos (dispareunia), necesidad de reapertura introito vaginal para facilitar la penetración del pene, especialmente en la tipo III. Ausencia de libido y de capacidad para excitarse y tener orgasmo. Fobia sexual por aversión al sexo.
-Impacto psicológico: temor e inseguridad respecto a la vivencia de sus cuerpos y a la sexualidad, estrés postraumático, baja autoestima. Confusión y sentimientos de contradicción por la diferencia de valores de la sociedad de origen y la sociedad de acogida. Miedo al rechazo de su grupo social o étnico si no acceden a la práctica de MGF. Sentimiento de culpa de las madres mutiladas que han aceptado o incluso promovido la práctica de la mutilación a sus hijas. Depresión, ansiedad crónica, fobias e incluso alteraciones psicóticas.
Consecuencias para terceras personas
En relación con las consecuencias de la MGF en los hombres se han descrito problemas de alcoholismo y abuso de drogas secundarios a la imposibilidad de realizar el coito debido a disfunción eréctil como consecuencia del miedo a causar dolor a su pareja con la penetración o por rechazo. Además aumento del riesgo de contraer ITS por buscar el placer sexual fuera de la pareja.
Por otra parte, como consecuencia de las complicaciones durante el parto, en los países de origen la tasa de mortalidad perinatal es un 1 o un 2 % más elevada. También existe la posibilidad de hipoxia y patología fetal durante el parto debido a la mayor duración del mismo. Por otro lado, es posible la aparición de complicaciones durante y en el periodo inmediato al parto, tanto para la madre como para el recién nacido, especialmente en los casos de infibulación (tipo III).
Referencia Protocolo de actuación sanitaria ante la Mutilación Genital Femenina (MGF) en la Comunidad Valenciana. Generalitat Valenciana. Consellería de Sanitat Universal i Salut Pública. 2016.