La Mutilación Genital Femenina (MGF) es una práctica tradicional perjudicial con fuertes raíces ancestrales y socioculturales. Es definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como “todos los procedimientos que, de forma intencional y por motivos no médicos, alteran o lesionan los órganos genitales femeninos” (OMS, 2016).

La MGF está presente en 30 países del África Subsahariana, Oriente Medio y Asia, y su prevalencia varía entre países y grupos étnicos. Con los movimientos migratorios, lo que un día fue local, hoy es global, y la práctica está en diáspora a nivel mundial (Europa, Estados Unidos de América, Australia, entre otros). Se estima que 200 millones de mujeres han sufrido una MGF y que 3 millones de niñas están en riesgo cada año (UNICEF, 2016).
En la esfera internacional, se reconoce la MGF como una forma de violencia de género y una violación de los derechos humanos, con graves implicaciones sanitarias y psicosociales: viola los derechos de mujeres y niñas a la integridad física y psicológica, afectando directamente a su salud sexual y reproductiva, perpetuando las desigualdades de género.
Aunque los datos que se conocen acerca de la práctica de la MGF han ido disminuyendo a lo largo de los últimos años a causa del activismo en defensa de los derechos de las mujeres, los datos siguen siendo muy altos en zonas rurales y en aquellos países que no han prohibido su práctica.
En el caso de las mujeres migrantes de la zona de prevalencia de MGF de procedencia fundamentalmente africana, las entidades sociales que trabajamos con mujeres solicitantes de asilo a causa de la violencia ejercida sobre ellas, más allá de ser una situación personal, ejercida por su entorno, se convierte en estructural, ejercida por la sociedad en la que viven. Las mujeres que no aceptan todos los tipos de violencias que van encadenadas y que empiezan por la MGF pero que tienen una continuidad en falta de acceso a la educación, falta de libertades, matrimonios forzados, violencia de género y violencia intrafamiliar, ponen su vida en riesgo.
La detección y atención a cada caso es fundamental para el futuro de las mujeres y sus familias. Una de las consecuencias de una correcta identificación de las mujeres víctimas de violencia de género es poder presentar casos de asilo correctamente fundados y con posibilidades de éxito. El reconocimiento de sus experiencias como casos sólidos de asilo es un paso muy importante en la lucha por los derechos de las mujeres.
En el trabajo social con mujeres víctimas de violencia de género se plantea un abordaje integral y personalizado clave para su integración social y laboral. La Asociación Djò Aminata nace para acompañar a las mujeres en éste proceso y prevenir la pervivencia de prácticas como la MGF en niñas. Espacios de encuentro e información y libertad donde las mujeres puedan reconocerse y construir sus vidas libres de violencias.