Sesión formativa sobre las consecuencias de la MGF con la Asociación de Mujeres Africanas Unidas de Valencia AMAUV

La mutilación genital femenina es una violencia directa visible, que se sustenta en una herencia cultural y estructural invisible

La salud sexual es un derecho humano fundamental que no puede obtenerse ni mantenerse sin derechos sexuales. Entre estos derechos, está el derecho a una vida libre de tortura, trato o pena crueles, inhumanos o degradantes, que defiende que ninguna persona será sometida a torturas, tratos o penas degradantes, crueles e inhumanas relacionadas con la sexualidad, incluyendo las prácticas tradicionales dañinas.

La mutilación genital femenina/corte genital femenino (MGF/C) es una violación ampliamente reconocida de los derechos de las mujeres y de las niñas y se considera un tipo extremo de discriminación y desigualdad. Forma parte de un extenso grupo de costumbres perjudiciales para la salud de las mujeres, que se fundamentan en una construcción social de las mujeres como objeto de sumisión ante los estándares culturales androcéntricos de los que debe ser una mujer y que se concretan en la aceptación social de su grupo, la salvaguarda de la virginidad antes del matrimonio y la promoción de la posibilidad de casarse, un rito para el paso a la adultez y la continuidad de la tradición de su grupo étnico. Contrariamente, a la creencia común, ni el Corán ni la Biblia aprueba este procedimiento, aunque las interpretaciones religiosas han sido usadas para justificar su práctica en algunas comunidades.

Desde este enfoque la MGF/C es una violencia directa visible, que se sustenta en una herencia cultural y estructural invisible que cumple la función de legitimar y justificar su uso en las sociedades que la practican. La cultura se utiliza para lograr la aprobación de posturas fanáticas basándose en un amplio entramado de valores sociales, que se asumen desde la infancia y que luego se refuerzan con normas familiares y estructuras sociales, donde el patriarcado niega la satisfacción de las necesidades de las mujeres en favor de la satisfacción de las necesidades de los hombres debido a los mecanismos de estratificación social impuestos.

La mutilación genital femenina es una práctica arcaica que no solo perpetúa la desigualdad de género dentro de las sociedades en las que se practica, sino que también ocasiona consecuencias incapacitantes entre sus víctimas ya que a menudo produce consecuencias sobre su bienestar físico y psicológico. Entre las complicaciones que a menudo no se informan y no siempre se reconocen, se encuentra la disfunción sexual femenina, pero, además, la práctica de la MGF/C está asociada con consecuencias psicológicas importantes: trastorno de estrés postraumático, depresión, problemas de memoria, dependencia de sustancias, trastornos disociativos, baja autoestima, fobias y trastornos de ansiedad.

Muchos países han adoptado legislaciones que penalizan esta práctica e intervenciones programáticas que tienen como objetivo reducir su apoyo, presentándola como una violación de los derechos humanos y destacando los riesgos para la salud asociados, junto con los cambios en el apoyo para cortar la creencia de que es un requisito religioso.

¡Pero aun falta mucho por hacer!